 Mónada reminiscente que en silueta se deshace entre violáceas cavilaciones. Vestido añejo que alguna vez acarició tu jugosa y suave piel desnuda cuando me frotaba en tí, caminabas y dejabas el aroma de tu sudor, como rocío en mi tela. Pero hogaño no me dejas adornar tu efigie, y sacarme de la oscuridad de ese tórrido recinto de tu armario para pasearme en tu sustancia. Mas cada vez que abres las puertas de tu suntuoso bargueño, llenas de esperanzas mis hilos. Tal vez en este día notes mi existencia y me regales la dicha de vestirte de nuevo, orgulloso andar contigo hasta el anochecer. Aquí en el opaco ropero, seguiré esperando volver a lucirte dentro de mis telas. Me alimento de tu recuerdo y sacio mi sed soñándote, anhelando vivir mis sueños de llenar tus días como traje de gala que se regocija al envolver tu ser. |
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